Cuando los valores sí valen
Si se transmiten adecuadamente, los valores se convierten en una guía para alcanzar la máxima eficiencia en la empresa.
Los valores constituyen una guía para que los colaboradores alcancen la visión de la compañía. Son un conjunto de principios, creencias y reglas que enmarcan la gestión de la organización.
Si se transmiten adecuadamente a través de la estrategia de comunicación y el comportamiento de los líderes, junto con una selección congruente del personal, se convertirán en uno de los principales propulsores para alcanzar los objetivos de la empresa.
Según la Real Academia Española, una de las definiciones de la palabra valor es “fuerza, actividad, eficacia o virtud de las cosas para producir sus efectos”. Esa fuerza es la que todos los seres humanos necesitamos para vivir.
La convicción del personal surge justamente de los valores. Nace de los fundadores, presidentes, directores generales; aquellos líderes que se constituyen como la fuerza vital de la cultura, ellos irrigan de energía a toda la estructura.
Según diversos estudios de la psicología, la mente del ser humano guarda la información en diferentes “cajones” de mayor o menor acceso, según la frecuencia de uso. Varios disparadores externos también motivan a que tengamos siempre presente datos concretos, conceptos y demás material que utilizamos en nuestro comportamiento.
¿Cómo lograr que los valores de la compañía estén siempre presentes en las acciones del personal para que ejerzan la fuerza necesaria?
Del dicho al hecho
Uno de los códigos de TOP Companies es “nuestra gente”. Pero si la empresa no lo comunica con cierta periodicidad –a j u st a d o a una estrategia de comunicación– el personal no lo sabe. Es el primer paso para generar en los colaboradores un comportamiento coherente con los valores de la organización.
A veces se pierde de vista la necesidad de poner los principios y creencias en papel. Al colaborador le dará lo mismo pertenecer a una empresa o a otra si no se identifica con los valores de la institución o aun peor: se verá tentado por otras ofertas en compañías que él siente que sí comulgan con sus principios personales.
Hay casos en los que la compañía primero vive los valores y luego los plasma en tinta, como le sucedió a una exitosa empresa en México. Se dio cuenta de que el buen humor era un valor que predominaba. Todos se veían afectados positivamente por él, a tal grado que la organización terminó incluyéndolo en la lista de valores.
¿Cómo fue posible? Gracias a que todos los colaboradores lo tomaban como algo natural y eficaz. Se dice que para que algo exista, primero debe ser pensado; luego, dicho; finalmente, materializado. Lo mismo pasa con los valores. Hay casos en que las empresas cuelgan bonitos afiches o cuadros con los principios organizacionales en sus oficinas y todo queda allí, en la pared.
Los valores no cobran sentido si no se viven. El conocerlos no es suficiente. Tienen que ser teórico-prácticos. Saber cuáles son, qué significan, por qué son esos y no otros y, por sobre todo, vivirlos en el día a día.